La victoria en la batalla depende de las fuerzas del Congreso
16 Junio de 2024 12.39
16 Junio de 2024 12.39
El presidente Javier Milei logró asegurar la primera sanción de una Ley del Poder Ejecutivo en el Congreso en seis meses de Gobierno con la aprobación de la Ley Bases en el Senado el miércoles pasado. Si bien la norma todavía no está sancionada y necesita un paso más en la Cámara de Diputados, lo único que todavía está en juego es la parte del contenido que la Cámara Alta modificó.
El Gobierno libertario, con la figura prominente del nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, echó mano a las históricas prácticas de la política para llevar adelante el abanico de negociaciones que concretó la aprobación. Con esto, la administración Milei les mostró a los agentes internacionales que estaban mirando con atención el proceso que está dispuesto al ejercicio de la política de barro y acuerdos de dudosa moralidad para ganar, algo que le da cierta sostenibilidad fáctica a la agenda ideológica declamativa de transformación profunda.
"La victoria en la batalla no depende del número de soldados sino de las fuerzas que vienen del cielo", repite Javier Milei en cada discurso que pronuncia como profecía cumplida de su lema de campaña. Para esta victoria, necesitó de una fuerza mucho más terrenal: la política y el Congreso Nacional, ese que acusó de ser "un nido de ratas" y que, con una profunda fragmentación, le dio la herramienta de una mega Ley que abarca temas y materias muy distintas.
Distintos senadores críticos del proyecto fueron confirmando semanas anteriores su voluntad de respaldar la iniciativa oficialista a medida que se conocían concesiones paralelas a intereses que ellos o sus provincias tenían.
Entre los críticos más intensos del proyecto que llegaron con ese discurso a la sesión estaban los 33 de Unión por la Patria, 3 senadores radicales (Martín Lousteau, Maximiliano Abad y Pablo Blanco) y los dos del bloque Por Santa Cruz (Natalia Gadano y José María Carambia).
El Gobierno logra, con esta fina ingeniería de posiciones y votos, que la Ley se apruebe como quedó consensuada apenas unas horas antes. De hecho, algunos detalles se seguían discutiendo a minutos de que se tuviera que votar y mientras el jefe de bloque de La Libertad Avanza, Ezequiel Atauche, hombre de pocas palabras en público, tenía la obligación de hablar para estirar el trámite de la negociación.
El equipo económico debía terminar la semana con una reunión con el FMI, que había habilitado la revisión técnica. La carta de intenciones de Javier Milei, que prometía resultados aún más ambiciosos que los exigidos por el organismo en materia de ajuste, estaba aceptado pero las dudas residían sobre la sostenibilidad política del plan en un país convulsionado. El hecho de pasar seis meses sin una sola Ley sancionada, que el oficialismo discursivamente usaba para atacar a la oposición, en el plano internacional era entendido como una limitación en la capacidad de gestión.
Antes de la caída de la primera Ley ómnibus en enero, el Gobierno aseguraba que prefería ninguna Ley a una muy recortada que hiciera perder "la esencia". Para esta ocasión, la prioridad cambió. Por esta evaluación sobre la sostenibilidad política y la necesidad de hacer avanzar una agenda que incluía una cadena de eventos como el Pacto de Mayo y después el Consejo de Mayo, el oficialismo puso como primera necesidad la aprobación, aunque esto significara ceder mucho.
El arte de lo posible por sobre lo deseable, la necesidad de ceder en lo que uno busca, hacer entregas de dudosa moralidad en una negociación y esperar gestos de dirigentes que al presidente le caen mal. Son algunos de los aprendizajes que este proceso, que será coronado en Diputados con la primera Ley sancionada del Gobierno de Milei, deja a una administración que tenía que sostener la vara de un discurso anti-casta, cada vez más relegado.