La descomposición de los partidos tradicionales
15 de septiembre de 2024 - 11.51 / Actualizado: 16 de septiembre de 2024 - 10.15
15 de septiembre de 2024 - 11.51 / Actualizado: 16 de septiembre de 2024 - 10.15
La intensa semana legislativa con victorias y derrotas para el Gobierno dejó una situación de parálisis y tensión en los dos partidos históricos de la Argentina. Un radicalismo al borde de la ruptura y un peronismo que exacerba sus internas.
Los dos partidos que hegemonizaron los períodos democráticos en el siglo XX sufrieron una semana traumática desde sus convivencias internas.
Tras el triunfo oficialista, diez diputados que responden a Facundo Manes pidieron la expulsión del bloque de los cinco que se sacaron una selfie con Milei y después cambiaron su voto original emitido en junio sobre el proyecto para aumentarles un 8,1% a los jubilados. En la misiva y en las declaraciones públicas subsiguientes, se los acusa solapadamente de negociaciones inconfesables que bordearían lo delictivo. Uno de los implicados, Pablo Cervi, admitió al día siguiente que la foto fue un error y una posible señal de arrepentimiento fue que el senador radical que al día siguiente repitió la foto con Milei, Eduardo Vischi, votó contra los intereses del Gobierno en los temas SIDE y universidades.
Si bien el jefe de la bancada se mantuvo coherente con su voto de junio y rechazó el veto, fue duramente señalado por sus colegas más combativos. Algunos lo acusan de ser responsable consciente de haberle otorgado al Gobierno los votos que necesitaba sin poner su nombre y otros, más cautelosos, le marcan su "impericia" a la hora de lograr algo que a simple vista parece sencillo: que si el bloque presenta un proyecto, la totalidad de los diputados de ese bloque lo voten. "La presidencia del bloque está en cuestión", adelantó hoy Carla Carrizo en Radio con Vos replicando estos señalamientos y en línea con el comentario socarrón de otro diputado radical que dijo: "Este quilombo Negri te lo ordenaba" (en referencia al expresidente de la bancada radical).
Antes de todo esto, De Loredo cuestionó abiertamente la conducción de Martín Lousteau del partido por "ser tan inmediatamente ultra opositor a un gobierno al que le tenés que dar un tiempo" y hoy redobló las críticas calificando su rol de "errático". En su ataque, De Loredo le achaca a Lousteau su condición de "porteño" y asegura que la postura contraria al Gobierno de Milei representa el sentir radical de la Ciudad de Buenos Aires pero no el del interior. Detrás de eso hay una estrategia concreta: algunos dirigentes radicales en el interior quieren aprovechar la falta de dirigentes libertarios fuertes en sus provincias para capitalizar esos votos en sus disputas contra los peronismos de sus pagos. Una situación no aplicable a Buenos Aires, donde Milei cae en imagen y tiene exceso de posibles candidateables.
El PJ podría haber desatado su cacería interna contra los dos senadores que ingresaron por el Frente de Todos (Edgardo Kueider de Entre Ríos y Carlos Mauricio Espínola de Corrientes) y votaron junto con el Gobierno, tanto en los fondos de la SIDE como en la Ley de Financiamiento Universitario, si no fuera porque esa indignación ya tuvo lugar con la Ley Bases hace meses. La interna se trasladó a una disputa micro-territorial entre tres municipios de gestión peronista: Quilmes, Lanús y Avellaneda. Los dos primeros contra el tercero.
Los intendentes de Lanús y de Quilmes, Julián Álvarez y Mayra Mendoza, recurrieron a la Justicia para reclamar por los presuntos daños que la actividad del Puerto de Dock Sud, emplazado en Avellaneda, ocasionaría sobre la infraestructura de los dos municipios. En un video protagonizado por ambos reclamantes, señalan roturas en las rutas provocadas por los camiones que entran y salen del puerto. El objeto de la presentación judicial era buscar una compensación por parte de los gobiernos de Avellaneda y de la provincia de Buenos Aires para con Quilmes y Lanús.
Hace meses que el peronismo bonaerense vive una interna entre La Cámpora, agrupación a la que pertenecen Mayra Mendoza y Julián Álvarez, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Las críticas, hasta el año pasado realizadas en off, tuvieron ya un correlato público que incomoda a un peronismo que, más allá de las micro-roscas dirigenciales, no distingue a nivel ideológico entre el pensamiento de Kicillof y el de referentes camporistas como Máximo Kirchner. Además de eso, el actual gobernador no puede reelegir en 2027 por ser este su segundo período y la sucesión abierta ya tiene anotados prematuros. La Cámpora no oculta su intención de que Mayra Mendoza ocupe la Casa de Gobierno de La Plata en tres años y, por eso, inicia desde ya un operativo para limar a Kicillof y a sus posibles delfines para sucederlo, uno de los cuales es, justamente, Ferraresi.
La disputa se destapó cuando Mendoza presentó un informe sobre supuestas cuentas bots de X vinculadas a Ferraresi y al ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, Andrés Larroque (ex camporista), que la atacaban a ella y a Julián Álvarez por su video contra el puerto. El informe (con errores de tipeo y ortografía) arrojó un dato sorpresivo y revelador: qué si criticás en Twitter a otra persona, los que bancan a esa otra persona salen a criticarte a vos. La magnitud de la indignación motivó a Mayra Mendoza a presentar otra pieza audiovisual en la que explica por qué su reclamo no tiene nada que ver con una interna. Una aclaración que no deja de ser una confesión de algo que el camporismo admite por lo bajo: qué la disputa se les fue de las manos y que el último paso, el de un informe para investigar cuentas de Twitter por críticas políticas, fue un error que compromete la imagen de su elegida para 2027.
Mientras Milei abandona la lucha contra la casta para comer un asado con 87 diputados que le negaron a los jubilados un aumento que significaba, para los de la mínima, un monto similar al que sale un asado por cabeza, los dos partidos tradicionales de la Argentina se desmigajan en discusiones que los ponen en cuestión en cuanto a su capacidad de enfrentar a un Gobierno que, a tropezones, avanza en su programa económico.